En 1985, tras unos cuantos años desde el comienzo de mi vida laboral en el ‘78, di con la posibilidad de trabajar en un sector que realmente me gustaba y remuneraría sin duda mi esfuerzo con mucho más que la simple rentabilidad económica: cuadros, arte y enmarcaciones.
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Los cuadros tan bellamente enmarcados que hube podido contemplar en museos y exposiciones siempre habían ejercido sobre mí una intensa fascinación. Desde niño sentía una gran atracción por las obras de arte, una manifiesta inclinación hacia la pintura y una extraña sensación de felicidad y plenitud al contemplar colgada en la pared alguna de esas obras con un marco idóneo que la acogiera, la sublimara e integrara en el entorno haciendo resaltar aún más su belleza.
Después de aquellos primeros años, tras mis estudios, dedicado a la venta y a la representación de terceros como agente comercial libre o en nómina en una empresa de la industria del embalaje, y habiendo quedado en paro, con mi primer hijo recién nacido, durante el verano de 1985 se me presentó la ocasión de acceder al traspaso de una pequeña tienda/taller de enmarcaciones, en la ciudad de Madrid. La oportunidad me colmó de ilusión.
Junto con un socio y amigo, pagamos ambos el traspaso con el importe total de nuestros respectivos subsidios de paro y empezamos desde cero. La persona que nos traspasó el negocio, un buen artesano de la enmarcación, nos instruyó en lo fundamental durante los primeros tiempos. Pero también nos decía que aquel negocio no podría dar dos sueldos. Él fue honesto y nosotros muy “cabezotas. La verdad es que el negocio era modesto y muy esclavo; había que cuidar y atender bien la tienda, pero además lo que íbamos vendiendo había que hacerlo a mano en el taller de marcos de la trastienda. Requería una total dedicación y así lo hicimos, poniendo en ello todo el tesón del mundo.
Al principio fue duro, muchas horas entre las molduras y poco dinero, pero a base de hacer bien las cosas pronto necesitamos contratar una persona para ayudar en el taller de enmarcación. En dos o tres años abrimos una segunda tienda y contratamos a otra persona, y tres años después pusimos la tercera tienda e incorporamos el tercer empleado.
Los cinco nos ganábamos así la vida en el año 1992… haciendo algo que nos ilusionaba y nos gustaba: vendiendo enmarcaciones, Arte, creatividad, estética, decoración con creaciones únicas y originales. Haciéndolas realidad con nuestras propias manos e intentando siempre sorprender para bien al cliente, haciendo que el resultado final de nuestro trabajo superase siempre a la idea y a las expectativas que en el momento de la venta le hubiéramos podido trasmitir.
Llegamos, en aquellos días, a sentirnos unos buenos artesanos de la enmarcación y nuestros clientes, con su fidelidad y agradecimiento, reafirmaban en nosotros dicha sensación.